jueves, 2 de octubre de 2008

La libertad del viajante


Ahora solo faltaban cuatro días para llegar de nuevo a la misma aldea. Estaba excitado y al mismo tiempo inseguro: tal vez la muchacha ya le hubiese olvidado. Por allí pasaban muchos pastores para vender lana.
-No importa -dijo el muchacho a sus ovejas-. Yo también conozco a otras jóvenes en otras ciudades.
Pero en el fondo de su corazón sabía que si le importaba y que tanto los pastores como los marineros o los viajantes siempre conocían una ciudad en la que había alguien que podía hacerles olvidar la alegría de viajar libres por el mundo.


Paulo Cohelo: El Alquimista

3 comentarios:

RAmi dijo...

genial!

brillante!

=)

(*)

Anónimo dijo...

Quizás sea una señal...

-->Javi

Anónimo dijo...

jajajjajja

es genial,

como le gusta a javi lo de las señales eh?
;)

muakkkkkkkkkk

os kiero

Elena.