viernes, 24 de agosto de 2012

De las estrellas fugaces y los deseos

Seguimos con los cuentos :)

El día 12 de Agosto, Miguel y su padre se marcharon de casa después de comer y de echarse una buena siesta, pues más adelante necesitarían estar descansados. Cogieron el coche y fueron a la sierra que quedaba cerca de su ciudad, allí emprendieron una larga ascensión hasta la montaña más alta de su región.
Mientras Miguel sorprendía a su padre con su resistencia y su falta de agotamiento, éste le contaba historias y anécdotas que había vivido en aquella sierra y concretamente subiendo esa montaña en tantas ocasiones. Y sobre todo sonreía por ver como su hijo de once años estaba disfrutando como él lo había hecho cuando era más joven.
En la cumbre cenaron los mejores bocadillos de tortilla de patata que solo la madre de Miguel era capaz de conseguir y prepararon sus sacos para dormir al raso en su pequeño techo del mundo.
En pocos minutos el sol se escondió con un perfecto atardecer cómo sólo se ven desde las cumbres de las montañas y dio paso al espectáculo nocturno que habían venido a presenciar.
Con la mirada clavada en el cielo negro, padre e hijo veían caer cada poco tiempo una estrella fugaz que la acompañaba un grito de sorpresa.
  • ¡Ala! ¿Has visto esa Papá? ¡Era enorme!
A veces uno de los dos veía una estrella que el otro por distracción se perdía y entonces pasaban los siguientes minutos totalmente en silencio concentrados en las constelaciones que tenían sobre sus cabezas, por si a alguna le daba por caer a la tierra.
  • ¿Sabes? Hace mucho años, alguno más de los que tienes tu, le pedí en esta misma noche en que caen las Perseidas a todas las estrellas fugaces que vi casarme con tu madre y tener un hijo con quien poder venir a esta montaña juntos. Y hoy se ha terminado de cumplir mi deseo.
  • ¿Tu crees en esas cosas Papá? Yo he pedido muchísimos deseos y nunca se cumplen.
  • ¡Uy! Eso no es verdad. Claro que se cumplen, pero no puedes decir esas cosas por que si no el hada de los deseos se enfada y deja tu petición para la última.
  • ¿De qué hablas Papá? Que ya soy mayor para que me cuentes todo eso de las hadas.
Entonces el padre de Miguel le contó el verdadero secreto de las estrellas fugaces. Le contó que en el cielo hay unos seres mágicos atrapados, que las personas decidimos llamarlos hadas por que son tan poderosos y su magia es tan fuerte que son los únicos que pueden conseguir conceder cualquier deseo, tienen tanto poder que por eso por las noches brillan y las vemos como si fuesen estrellas. Cuando consiguen escaparse dan un salto y se lanzan hacia la tierra, es en ese momento cuando su magia se hace más fuerte y las vemos centellear en forma de estrella fugaz. En ese momento millones de hombres en la tierra que se encuentran mirando al cielo le piden al hada sus deseos. Le piden de todo, algunas cosas muy fáciles de conseguir y otras que llevan más trabajo y más tiempo. El hada mientras cae escucha todas y cada una de las súplicas que le hacen sus espectadores y cuando llega a la tierra sus poderes se hacen un poco más pequeños. Entonces comienza a vagar por el mundo buscando a las personas que pidieron deseos y comienza a solucionarlos uno a uno por riguroso orden en el que se pidieron los deseos. A veces pueden tardar un año en solucionar el deseo de una persona por que sea muy complicado o por que el hada no sepa muy bien como conseguirlo, sin embargo nunca dejan de trabajar. Por eso los deseos que les pedimos a las estrellas fugaces no se suelen conceder al momento, si no que tenemos que dejar al hada que pueda concedernos el deseo.

Miguel se quedó pensativo. A su padre le gustaba mucho contar cuentos, y aunque el sabía que eran mentira, aquella explicación le gustaba mucho más y le parecía más bonita que la que le habían dado en el cole. Así que cuando vio caer la siguiente estrella tuvo muy claro lo que le iba a pedir al hada. “Por favor hada, que mi padre nunca deje de contarme cuentos como este”
Su padre en cambio sonrió, le pidió al hada que se saltase su deseo y cumpliese el que hubiese pedido su hijo, y acto seguido le abrazó y le dio un beso.


martes, 21 de agosto de 2012

El pueblo que nunca duerme

Los habitantes del pueblo de Víctor tenían todas las noches sueños fantásticos, volaban en sus coches, las ciudades se convertían en inmensos jardines en los que siempre olía bien y se podía vivir dentro de los árboles, siempre sonaba una melodía de fondo que recordaba a campanas tañendo desde lejos y que a todo el mundo parecía poner de buen humor.
En los sueños a los habitantes del pueblo de Víctor les ocurrían cosas maravillosas, si estaban enamorados esa noche terminaban haciendo el amor con la persona deseada, si estaban ilusionados con algún proyecto en sus sueños se cumplía y mejoraba las expectativas iniciales, y si tenían ansias de vivir aventuras siempre había algún dragón que matar o un tesoro incalculable escondido por piratas que encontrar y desenterrar en alguna peligrosa caverna.
A la mañana siguiente todos los habitantes del pueblo de Víctor se encontraban bien y se podría decir que eran felices por que recordaban perfectamente sus sueños y a nadie se le ocurría la locura de trasnochar y perder las valiosas horas de felicidad que les aportaba la noche.
Una noche una joven llegó al pueblo, era muy guapa y cargada de energía, y sobre todo era muy curiosa y preguntaba por todo. Nada la detenía hasta que no satisfacía sus deseos de conocer aquello la intrigaba. Así había llegado al pueblo al escuchar una conversación de dos ancianos que aseguraban que existía un lugar donde todos los habitantes eran realmente felices.
Cuando cayó la noche todas las personas del pueblo se fueron a dormir, todo quedó en silencio, y a lo lejos, en la última casa del pueblo, subiendo la cuesta más empinada que había, se escuchaban a cada rato unos golpes de martillo, o una sierra cortando. La muchacha subió corriendo a ver que era lo que ocurría movida por su curiosidad y no paró hasta que encontró una ventana abierta por la que se coló en la casa sin vacilar.
Una vez exploró la casa bajó al sótano, de donde provenían los golpes. La habitación era una especie de taller de trabajo con unas pequeñas ventanas en la parte alta de la pared. Allí Víctor amasaba y pulía una sustancia blanquecina, quizá gris, pero que brillaba con fuerte intensidad e iluminaba la habitación. El brillo que desprendía aquella cosa proyectaba imágenes en la pared en la que se podían ver a los habitantes del pueblo viviendo y disfrutando de situaciones maravillosas.
La muchacha entendió todo perfectamente, Víctor era el causante de las ensoñaciones de la gente de su pueblo, y no solo eso si no que además había descubierto de donde provenían los sueños pues aquello que estaba fabricando y puliendo no podía ser otra cosa que una estrella.
Esperó escondida un rato más para ver que hacía y se sorprendió muchísimo cuando vio que Víctor levantaba la estrella con mucho cuidado, abría las pequeñas ventanas del sótano y la dejaba flotar como si fuese una pompa de jabón que subía hasta el cielo.
La chica volvió a casa de Víctor dos noches después, estaba intrigada y tenía muchas preguntas que hacerle. Pero esta vez llamó al timbre de su casa en cuanto se hizo de noche. Víctor asustado por ser la primera vez en muchos años que alguien estaba despierto en el pueblo mientras no había sol, abrió la puerta despacio y en su mente quedó grabada para siempre la imagen de la muchacha sonriendo bajo el cielo estrellado más bonito que jamás había visto.
  • Vamos, es hora de que veas todo lo que has dejado allí arriba y de que tú también sueñes.
Aquella noche la pasaron en vela fabricando sus propios sueños bajo las estrellas, se contaron como les gustaría que fuera el mundo, inventaron historias y cuentos para arreglar las almas de las personas tristes y poco a poco se vinieron a enamorar.
Por la mañana los habitantes del pueblo de Víctor estaban desconcertados, no recordaban haber soñado nada y una nota escrita con una extraña tinta plateada se encontraba metida en todos los buzones de las casas. “Si queréis recuperar vuestros sueños, esta noche no os vayáis a dormir, id bajo las estrellas acompañados de alguien especial”
Y así fue como los habitantes del pueblo de Víctor, desde aquella noche en adelante salen a ver las estrellas en cuanto anochece y a hablar sobre como podría ser mejor el mundo. Y sorprendentemente no necesitan dormir, y sorprendentemente siguen siendo el pueblo más feliz del mundo.



lunes, 6 de agosto de 2012

Theese boots are made for walking

La verdad es que no tenía posesiones con las que se hubiese encariñado especialmente, a excepción de su violín, pues el instrumento de un músico es prácticamente una extensión de su cuerpo, y en algunas ocasiones es al revés.
Del violín claro, y de aquellas botas. Estaban rotas por varios sitios, las suelas, prácticamente desgastadas, ya no evitaban que el pie se mojara si pisaba un charco, apenas podían atarse correctamente porque los cordones estaban despeluchados y faltaban varios de los enganches necesarios para fijar la caña de la bota al tobillo. Entre los descosidos del cuero y el color de las manchas imposibles de borrar las botas daban la impresión de ser de otra época y no un calzado específico para la montaña comprado en una tienda especializada para ello.
Definitivamente había llegado la hora de la jubilación, y por alguna extraña razón le daba mucha pena deshacerse de ellas. Pensó en todos los kilómetros que habían caminado, en los lugares especiales que se esas botas le habían ayudado a coronar, pensó en el calor que le habían dado durante los veranos y las veces que había tropezado por culpa de los cordones que se enganchaban contra los corchetes de la bota contraria y en todas las veces que las había manchado de sustancias inmundas en fiestas nocturnas, o en avisos con la ambulancia.
Quizá la película de Forrest Gump tenía razón y el calzado de las personas dice mucho sobre ellas, quizá esas botas viejas que habían visto tanto campo y tanto mundo contaban una historia silenciosa sobre su persona y por eso le daba pena deshacerse de ellas.
“Theese boots are made for walking” sonaba en su cabeza mientras se dirigía a casa con unas botas de montaña nuevas todavía guardadas en la caja y transportadas en una bolsa de plástico cuando decidió que una jubilación de un gran personaje merece un gran homenaje. Así que se descalzó, ató los maltrechos cordones el uno con el otro, dirigió una última mirada nostálgica y cariñosa hacia aquellos trozos de cuero y plástico, y las lanzó con todas sus fuerzas contra el cable del tendido eléctrico bajo el que pasaba todos los días para ir a trabajar.
- Estabais hechas para caminar. Ahora me contaréis silenciosamente todos los días quien soy y por qué estoy haciendo este camino.
Y muy despacio caminó hasta casa todavía descalzo.




miércoles, 1 de agosto de 2012

Genial poema de Víctor Hugo que llevaba escrito desde el S. XIX y que yo he descubierto ahora...
Simplemente puedo decir que creo que no puede tener más razón en todo y que de verdad que os deseo lo que en él dice:

Te deseo primero que ames y que,
Amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
Y que después de olvidar no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que si es,
Sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos y que,
Incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles,
Y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas
Enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta para que,
Algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.

Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo,
Para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil, mas no insustituible.
Y que en los momentos malos, cuando no quede nada más,
Esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Igualmente te deseo que seas tolerante;
No con los que se equivocan poco, porque eso es fácil,
Sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente,
Y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
Sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado deprisa,
Y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
Y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor
Y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste,
No todo el año sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena,
Que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima,
Por encima y a pesar de todo, que existen
Y que te rodean seres oprimidos
Tratados con injusticia, y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro
Y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal,
Porque de esta manera te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
Por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento,
Para que descubras de cuántas vidas está hecha un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
Porque es necesario ser práctico.
Y que por lo menos una vez por año pongas algo
De ese dinero enfrente de ti y digas: 'Esto es mío',
Sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera
Pero que, si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte
Y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
Y que, siendo mujer, tengas un buen hombre
Mañana y al día siguiente, y que cuando estéis exhaustos
Y sonrientes, aún sobre amor para empezar de nuevo.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
No tengo nada más que desearte.