viernes, 11 de enero de 2013

El placer de equivocarse


Dormir no demasiadas horas, conducir muchos kilómetros y acabar de terminar de ver una película violenta donde sale sangre sin parar deja el cerebro en un estado curioso, entre abatido y cansado y herviente y ocurrente como nunca. Al menos una reflexión digna de acabar aquí escrita se ha pasado por mi cabeza, veremos si soy capaz de plasmarla.

El dulce placer de equivocarse, y de hacerlo conscientemente. Ese es el tema. A pesar de saber que no es como debe ser, y que la voluntad recta que se supone que todos debemos luchar para alcanzar y gobernar nuestra vida, a veces, y en ocasiones muy a menudo, es expulsada y castigada por mi capacidad de tomar decisiones de un modo muy... (¿peculiar, tonto, inmaduro, pasota, ingenuo, iconoclasta? Se pueden rellenar los puntos con el adjetivo que queráis, yo aún no he descubierto cuál es), a pesar de todo ello, sigo haciendo cosas que a la larga se que me van a hacer daño.

Una voz resuena en mi cabeza, la de todos mis amigos y las personas con las que hablo de mis problemas, la de la gente que me quiere, me repite una y otra vez: No te rasques las heridas, ahora te alivia pero dentro de unos minutos sangrará y arderá. Acuéstate ya, no es necesario que acabes la noche siendo el último en irte a dormir, mañana será un día de mierda si no lo haces. No hables con ella y no te ilusiones, te volverá a hacer daño. No pierdas tiempo en el trabajo luego necesitarás días para acabar lo que no hiciste. No te compres otro instrumento, al final de mes no te llegará la pasta y te quedarás sin hacer muchos planes que te apetecen. Cepíllate los dientes ahora aunque no te apetezca, no te hagas otro piercing, ni se te ocurra tatuarte, bebe agua, lee más, no pases de 120 km/h, no fumes, con las cervezas que llevas ya basta y pon la maldita espalda derecha o nunca más podrás ir erguido otra vez...

Sé que tienen razón, sé que cada vez que me salto mis propias normas asumidas acabo mal, y últimamente ese acabo mal significa acabo en un lugar del que no se salir. Sin embargo es delicioso salirse de la pauta. Hasta de las que yo mismo me he marcado, por un momento me invade un sentimiento de independencia, de hacer lo que hago por que yo quiero y no por que sea lo que debo hacer, y me imagino llegando hasta límites que de otra manera jamás sobrepasaría, disfruto de la sensación de apertura y de lanzarme al vacío, a lo que me apetece ser en ese momento aunque yo no lo sea (o quizá si) y sentir que todavía estoy vivo y no estoy dentro del redil...

Entonces la tormenta pasa, el placer de lo inconsciente se acaba y me siento muy perdido, estoy en el redil como todos los demás, pero siendo consciente de que no quiero estar dentro y de que llevando mi vida a pequeños desastres estoy conviertiéndola en un desastre mayor y sigo pasando por el aro, pero con cicatrices que me hacen más difícil sobrellevar el día a día pautado y diseñado para mi por otros.

Algunos amigos dicen en broma que estoy viviendo mi tercera adolescencia (la gracia está en que nadie sabe cuál es la segunda). Pero no deben andar tan desencaminados, pues de alguna manera no paro de probarme y tentarme con el fin de saber donde estoy, quien soy y sobre todo, qué busco y dónde lo busco. No se si esto es normal a mi edad, o a cualquier otra. No se si mi infelicidad general es causa de mis felicidades pasajeras y mi incapacidad para lidiar con mi vida y tratar los que ven en mi un capricho sin salir dolido es una consecuencia más de mis locuras. No se a veces ni qué es lo que siento.

¿Vosotros también hacéis locuras? ¿Os equivocáis a posta incluso sabiendo que estáis metiendo la pata hasta el fondo?

Me considero una persona inteligente, pero creo que mi jefe diría que este un claro ejemplo del fracaso de la inteligencia, como un superdotado que desperdicia su talento en trapichear en el barrio en vez de estudiar. Y lo peor de todo es que cuando otras veces me ha ocurrido esto he sabido como gestionarme y alcanzar las metas que me había propuesto sin dejarme demasiado por el camino, pero hoy por hoy me da igual, porque no tengo ninguna meta dibujada y me apetece disfrutar de la carrera, aunque parece que de momento vaya perdiendo.