lunes, 26 de noviembre de 2012

El Rastro


Muchas calles del centro de Madrid tienen nombres de profesiones y de oficios medievales. Como la calle Libreros o Esparteros . En estas calles se agrupaban los trabajadores de un determinado oficio y solían montar sus talleres y negocios en la misma zona. En la zona del Rastro se encuentran nombres de varias calles relacionados con el oficio de curtidor: El Carnero, Cabestreros, o la famosa Ribera de Curtidores.
Hacia 1599 Felipe II había prohibido la venta ambulante en Madrid, de buhoneros y barateros que se dedicaban a vender ropa usada y objetos antiguos. La razón fue que iban normalmente a colocarse en la Plaza mayor o en la Puerta del Sol. Parece ser que a nuestros gobernantes desde siempre les ha sentado mal que cualquiera se asiente por allí. Además la población de Madrid por aquellos entonces crecía exponencialmente y los espacios se quedaban pequeños.
Unos doscientos años más tarde, volviendo al barrio de Lavapiés, donde trabajaban los curtidores, las pequeñas industrias de cuero fueron atrayendo a otros curtidores, sastres, zapateros, pastores, que podían conseguir objetos que les eran necesarios. Y en los alrededores también existía una fábrica de salitre y otra de tabaco, a demás del Mercado de la Cebada que posteriormente se construiría en el mismo barrio, que sería el mercado cerrado de mayor volumen de la ciudad. Vamos que teniendo en cuenta que la venta ambulante estaba prohibida, el barrio se había convertido poco a poco en ese lugar en el que sabías que podías encontrar con toda seguridad tal o cual objeto pues allí se frecuentaba su venta, y con suerte a precio de ganga.
Como era lógico alrededor de los talleres de cuero, había mataderos de animales, sin embargo el más grande e importante se encontraba cerca del río Manzanares, más concretamente en lo que hoy es Legazpi. Desde allí arrastraban las reses muertas hasta la calle Ribera de curtidores, que por si no lo habéis caminado nunca es cuesta arriba, dejando por el camino un reguero de sangre.
Por tanto era frecuente escuchar a pastores que no vivían en Madrid o a algún comprador de objetos de sastrería o de trabajo del cuero en busca de alguna preguntar por un lugar donde comprar y escuchar la respuesta que le dio nombre al mercadillo más famoso de Madrid. “Si, si, siga el Rastro”


1 comentario:

Luna de Agosto dijo...

Genial!!!!, me ha encantado...