lunes, 6 de agosto de 2012

Theese boots are made for walking

La verdad es que no tenía posesiones con las que se hubiese encariñado especialmente, a excepción de su violín, pues el instrumento de un músico es prácticamente una extensión de su cuerpo, y en algunas ocasiones es al revés.
Del violín claro, y de aquellas botas. Estaban rotas por varios sitios, las suelas, prácticamente desgastadas, ya no evitaban que el pie se mojara si pisaba un charco, apenas podían atarse correctamente porque los cordones estaban despeluchados y faltaban varios de los enganches necesarios para fijar la caña de la bota al tobillo. Entre los descosidos del cuero y el color de las manchas imposibles de borrar las botas daban la impresión de ser de otra época y no un calzado específico para la montaña comprado en una tienda especializada para ello.
Definitivamente había llegado la hora de la jubilación, y por alguna extraña razón le daba mucha pena deshacerse de ellas. Pensó en todos los kilómetros que habían caminado, en los lugares especiales que se esas botas le habían ayudado a coronar, pensó en el calor que le habían dado durante los veranos y las veces que había tropezado por culpa de los cordones que se enganchaban contra los corchetes de la bota contraria y en todas las veces que las había manchado de sustancias inmundas en fiestas nocturnas, o en avisos con la ambulancia.
Quizá la película de Forrest Gump tenía razón y el calzado de las personas dice mucho sobre ellas, quizá esas botas viejas que habían visto tanto campo y tanto mundo contaban una historia silenciosa sobre su persona y por eso le daba pena deshacerse de ellas.
“Theese boots are made for walking” sonaba en su cabeza mientras se dirigía a casa con unas botas de montaña nuevas todavía guardadas en la caja y transportadas en una bolsa de plástico cuando decidió que una jubilación de un gran personaje merece un gran homenaje. Así que se descalzó, ató los maltrechos cordones el uno con el otro, dirigió una última mirada nostálgica y cariñosa hacia aquellos trozos de cuero y plástico, y las lanzó con todas sus fuerzas contra el cable del tendido eléctrico bajo el que pasaba todos los días para ir a trabajar.
- Estabais hechas para caminar. Ahora me contaréis silenciosamente todos los días quien soy y por qué estoy haciendo este camino.
Y muy despacio caminó hasta casa todavía descalzo.




1 comentario:

Ferix dijo...

Es genial, simplemente fantástico