viernes, 18 de enero de 2008

De la mano de Peter Pan


Había una vez un niño que le encantaba soñar, jugaba hasta altas horas de la noche en la calle con sus amigos imaginando que eran piratas, pilotos de una aeronave espacial, superheroes con superpoderes superfabulosos o imaginando simplemente que era otra persona y divirtiéndose con la cantidad de cosas que ello podía suponer.
Las horas de los días pasaban deprisa siempre y cuando pudiese soñar e imaginar para transformar su mundo en increíbles escenarios de aventuras, y si era acompañado mucho mejor.

El tiempo pasó y el niño creció. Como todos los niños que crecen tuvo que ir adquiriendo más y más responsabilidades, algunas con gusto y otras con increíble desagrado, pero a pesar de ello procuró no perder su capacidad de soñar despierto, y cuando tenía un momento, o encontraba la oportunidad de estar solo sin que nadie le viera dejaba rienda suelta a su imaginación de modo que lo que antes era un remedio para pasar las horas se había convertido en un auténtico placer que le aportaba grandes dosis de felicidad.

El problema vino cuando alguien un día le miró y le dijo muy seriamente "ya te has hecho mayor, ahora eres un hombre" Esta sentencia cayó sobre él como una lápida, pues a pesar de su enorme
capacidad para soñar siempre tuvo la gran carga moral de no permitirse decepcionar a nadie. Desde ese día sus responsabilidades crecieron, crecieron tanto que eran demasiadas para poder responder a todas. Si bien es verdad que todas aquellas responsabilidades se las había autoimpuesto él mismo por su incapacidad de defraudar al resto de personas, el mismo había hecho de su vida una carrera continua por satisfacer a los demás, hasta tal punto que empezó ano tener tiempo para cumplir con todo, y empezó a fallar en algunos aspectos de su vida relacionados con los demás.

Se sentía muy mal, aprovechaba cada minuto libre para pensar que era lo que estaba haciendo mal y encontrar la forma de solucionar sus problemas, pero esto no ocurría. Además había acostumbrado a los demás a que su propio comportamiento fuese este y ya no producía reacciones en los demás que le indicasen que estaba respondiendo adecuadamente, lo cual le hacía sentir aún más frustrado.

Todos estos pensamientos atacaban su cabeza como un martillo golpeando desde el piso de arriba, y la cantidad de tareas que no quería y tenía que hacer lograron que se olvidase de aquello que fué tan importante para él: Soñar.

Se había cumplido la profecía, se había hecho mayor.

Pasaron así muchos años, en los que nuestro adulto no volvió a soñar pues era un adulto serio y respetable, que cumplía con sus obligaciones con todo el mundo, tenía un gran trabajo, y una casa, y un coche y era quién conseguía engañar a más gente acerca de lo buenos que eran sus seguros de vida en la empresa y que por dentro estaba totalmente vacío. Tan vacío que apenas recordaba lo que era soñar.

Un buen día cogió el periódico, era domingo, y el suplemento cultural del periódico cayó al suelo abriéndose por una página que al leerla le volvió a cambiar la vida... en él se hablaba de un libro que trataba sobre una enfermedad psiquiátrica, el libro era "The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up". Leyó interesado, cómo había personas que se negaban a crecer debido a un trastorno psicológico, y de como estas personas sufrían una inmadurez crónica, no leyó mucho más porque en seguida tuvo que salir hacia el trabajo, pero mientras conducía estuvo pensando, como rara vez hacía, en el artículo que había empezado a leer.
Lo primero que pensó fue en la enfermedad, en lo incompetentes que serían unas personas que de por sí son inmaduras, seguro que en su trabajo no serían capaces de vender ni un solo seguro de accidentes, a raíz de eso pensó que a la larga debían estar frustrados, y que a menudo tendrían pataletas como los niños pequeños por no tener ningún objetivo en la vida que pudiesen alcanzar al negarse a crecer, y finalmente acabo pensando de una forma racional y estúpida a la vez, cuál sería la razón que movería a una persona a no querer crecer...

De pronto, como un resorte que salta y que se activa al pulsar una palanca, vino a su mente el recuerdo de sí mismo de niño, de como imaginaba, soñaba y sobre todo de cómo conseguía ser feliz.

Aparcó el coche en frente de su trabajo, se bajó, cerró con llave, anduvo hacia la puerta del edificio... y pasó de largo. Paseó hasta llegar al paseo marítimo de su ciudad, se descalzó y paseó durante horas por la orilla mientras el agua lamía sus pies. Y se puso a practicar, imaginó miles de cosas, la ciudad estaba poblada por gigantes, en el fondo del mar había sirenas que le llamaban, la arena de la playa eran granos que formaban un montaña de polvo de oro y él volvía a ser el héroe protagonista de la historia que todo lo podía.

Cuando la noche caía volvió a casa, despacio, descalzo y con una sonrisa enorme. Había recuperado, a sus 35 años la capacidad de soñar e imaginar, había perdido su trabajo, y sus zapatos en algún lugar de aquél día, pero le daba igual porque había vuelto a nacer.
Desde ese día supo qué era lo que realmente le hacía feliz, supo que era lo que realmente le hacía feliz, y nunca más volvió a preocuparse de no satisfacer a nadie que no comprendiese su necesidad de soñar e imaginar constantemente.

Y descubrió de esta manera que eran los niños quienes mejor comprendían su forma de imaginar y a quienes hacía más felices. Y dicen que fue el mejor cuentacuentos que ha habido jamás.

4 comentarios:

Andrea dijo...

Hola, Pape:

Con respecto a tu comentario en mi blog:
Hace mucho tiempo que le di sentido a lo que estudio, si no, ¿por qué haber empezado a estudiar a los veintitantos?
Pero de vez en cuando es necesario recordar ese sentido,esas razones impetuosas, salir por unos momentos de la rutina y volver al principio,para seguir adelante con la misma fuerza que cuando comenzamos...
(Vi el vídeo, muy buen discurso :-)

Con respecto a tu post:
¿Y si la madurez no fuese dejar de soñar e imaginar, sino aprender a hacerlo con la maestría que nos llevase a alcanzar nuestros más profundos sueños?

Un beso!

Unknown dijo...

De eso precisamente trata, de no equivocarse en lo que es madurar y crecer, y de no abandonar lo que te haga ser feliz por que otros crean que no sea algo propio de tu edad o posición.

Jejeje No es sobre ese síndrome de Peter Pan que alguna vez me has dicho que aborreces en algunas personas.

De hecho lo escribí pensando un poco en el discurso del post de Rami.

Andrea dijo...

Sí, ya lo imaginé al leer la historia! Ja,ja,ja! El otro síndorme es otro tema distinto, obviamente. Este problema del que hablas es mucho peor, hace que las personas se vuelvan como "hombres grises" (recuerdas a Momo, ¿verdad?) por lo que más que maduros parecen haber perdido la capacidad de vivir la vida (ese carpe diem del Club de los Poetas Muertos.)
Bueno, lo que quise decir es que estoy de acuerdo contigo y con el vídeo de Rami. Por cierto, Rami, un saludo para ti! :-)
Bueno, pues a estudiar otro rato más! Besos!

CIRCULO DE LA BELLEZA dijo...

NO PODEMOS DEJAR DE SOÑAR...
GRACIAS. QUE LA UTOPIA NUNCA SE MUERA. por favor no dejen de soñar respondanme: ¿qué es la belleza? digánmelo en mi blog: circulo de la belleza. mil GRACIAS.