miércoles, 23 de marzo de 2011

El cáliz de fuego

Hace muchos años ya que bebí, de forma casual, de aquel Cáliz de Fuego. Se trataba de algo muy cotizado, buscado por muchos expertos (expertos como en el que me convertiría yo más adelante) por las propiedades que tenía sobre las personas.

Una vez bebí sentí fluir por mis venas la fuerza y la pasión que mueve el mundo, la materia de la que están echos los sueños, capaz de impulsar al hombre para querer ir a la luna e incapaz de formularse de forma tangible para el resto de los lógicos y pensantes otros... Ay! Ilusos, si supieseis escuchar donde todo el mundo os ha dicho que no lo hicieseis...

Desde entonces, y movido por la fuerza del brebaje del Cáliz, he caminado kilómetros persiguiendo al malvado Transfer, he escapado de campos de concentración, y de orcos, y de soldados galácticos del Imperio. Me he perdido por las selvas de Seeone, he navegado en ríos a bordo de troncos amarrados, y he tenido que arrancar maleza para poder comer y beberme el líquido de los mejillones en conserva para poder resistir un sol abrasador. He dormido en lo alto de los árboles, cerquita de las estrellas y mecido por el viento y ha reposado mi cuerpo bajo tierra mientras escuchaba el murmullo de un río cercano. He cantado y bailado alrededor del fuego danzas ancestrales hasta caer exhausto y en mi cabeza puedo recordar himnos que solo algunos pocos y yo conocemos. He cazado mamuts, dirigido veloces ejércitos contra una bandera que debía hondear en otro campo, he sobrevivido en un “arca de Noé” apiñado con todos los de mi especie mientras caía otro diluvio universal. He hablado con ermitaños de larga barba blanca que protegían las riberas de los ríos. He dirigido submarinos y construido máquinas del tiempo que me han llevado a la edad media y al futuro, y a todos los lugares que he necesitado. He construido un iglú, subido montañas y escalado laderas. He visto a mi animal totémico, hablé con él y me dijo que el ser humano tiene los límites que él quiera ponerse. Después lo comprobé con mis propios ojos. He visto caer compañeros y he llorado, y he visto resurgir a otros caídos y he entendido las diferencias del ser humano. También he visto a otros probar el Cáliz e imbuirse de esa sed de aventuras y ese hambre de vida...

Y de pronto un día se fue... el brebaje del Cáliz dejó de hacer efecto, o eso parecía al menos. Un hueco, una sensación de vacío se quedaba alojada en alguna parte. Lo bueno es que en todas esas aventuras y peripecias vividas aprendí donde volver a encontrar el Cáliz siempre que lo necesite, y de alguna manera, mi pócima mágica me acompaña donde quiera que voy.



1 comentario:

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