La verdad es que no tenía posesiones
con las que se hubiese encariñado especialmente, a excepción de su
violín, pues el instrumento de un músico es prácticamente una
extensión de su cuerpo, y en algunas ocasiones es al revés.
Del violín claro, y de aquellas botas.
Estaban rotas por varios sitios, las suelas, prácticamente
desgastadas, ya no evitaban que el pie se mojara si pisaba un charco,
apenas podían atarse correctamente porque los cordones estaban
despeluchados y faltaban varios de los enganches necesarios para
fijar la caña de la bota al tobillo. Entre los descosidos del cuero
y el color de las manchas imposibles de borrar las botas daban la
impresión de ser de otra época y no un calzado específico para la
montaña comprado en una tienda especializada para ello.
Definitivamente había llegado la hora
de la jubilación, y por alguna extraña razón le daba mucha pena
deshacerse de ellas. Pensó en todos los kilómetros que habían
caminado, en los lugares especiales que se esas botas le habían
ayudado a coronar, pensó en el calor que le habían dado durante los
veranos y las veces que había tropezado por culpa de los cordones
que se enganchaban contra los corchetes de la bota contraria y en
todas las veces que las había manchado de sustancias inmundas en
fiestas nocturnas, o en avisos con la ambulancia.
Quizá la película de Forrest Gump
tenía razón y el calzado de las personas dice mucho sobre ellas,
quizá esas botas viejas que habían visto tanto campo y tanto mundo
contaban una historia silenciosa sobre su persona y por eso le daba
pena deshacerse de ellas.
“Theese boots are made for walking”
sonaba en su cabeza mientras se dirigía a casa con unas botas de
montaña nuevas todavía guardadas en la caja y transportadas en una
bolsa de plástico cuando decidió que una jubilación de un gran
personaje merece un gran homenaje. Así que se descalzó, ató los
maltrechos cordones el uno con el otro, dirigió una última mirada
nostálgica y cariñosa hacia aquellos trozos de cuero y plástico, y
las lanzó con todas sus fuerzas contra el cable del tendido
eléctrico bajo el que pasaba todos los días para ir a trabajar.
- Estabais hechas para caminar. Ahora
me contaréis silenciosamente todos los días quien soy y por qué
estoy haciendo este camino.
Y muy despacio caminó hasta casa
todavía descalzo.
1 comentario:
Es genial, simplemente fantástico
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