Los habitantes del pueblo de Víctor tenían todas las noches sueños
fantásticos, volaban en sus coches, las ciudades se convertían en
inmensos jardines en los que siempre olía bien y se podía vivir
dentro de los árboles, siempre sonaba una melodía de fondo que
recordaba a campanas tañendo desde lejos y que a todo el mundo
parecía poner de buen humor.
En los sueños a los habitantes del pueblo de Víctor les ocurrían
cosas maravillosas, si estaban enamorados esa noche terminaban
haciendo el amor con la persona deseada, si estaban ilusionados con
algún proyecto en sus sueños se cumplía y mejoraba las
expectativas iniciales, y si tenían ansias de vivir aventuras
siempre había algún dragón que matar o un tesoro incalculable
escondido por piratas que encontrar y desenterrar en alguna peligrosa
caverna.
A la mañana siguiente todos los habitantes del pueblo de Víctor se
encontraban bien y se podría decir que eran felices por que
recordaban perfectamente sus sueños y a nadie se le ocurría la
locura de trasnochar y perder las valiosas horas de felicidad que les
aportaba la noche.
Una noche una joven llegó al pueblo, era muy guapa y cargada de
energía, y sobre todo era muy curiosa y preguntaba por todo. Nada la
detenía hasta que no satisfacía sus deseos de conocer aquello la
intrigaba. Así había llegado al pueblo al escuchar una conversación
de dos ancianos que aseguraban que existía un lugar donde todos los
habitantes eran realmente felices.
Cuando cayó la noche todas las personas del pueblo se fueron a
dormir, todo quedó en silencio, y a lo lejos, en la última casa del
pueblo, subiendo la cuesta más empinada que había, se escuchaban a
cada rato unos golpes de martillo, o una sierra cortando. La muchacha
subió corriendo a ver que era lo que ocurría movida por su
curiosidad y no paró hasta que encontró una ventana abierta por la
que se coló en la casa sin vacilar.
Una vez exploró la casa bajó al sótano, de donde provenían los
golpes. La habitación era una especie de taller de trabajo con unas
pequeñas ventanas en la parte alta de la pared. Allí Víctor
amasaba y pulía una sustancia blanquecina, quizá gris, pero que
brillaba con fuerte intensidad e iluminaba la habitación. El brillo
que desprendía aquella cosa proyectaba imágenes en la pared en la
que se podían ver a los habitantes del pueblo viviendo y disfrutando
de situaciones maravillosas.
La muchacha entendió todo perfectamente, Víctor era el causante de
las ensoñaciones de la gente de su pueblo, y no solo eso si no que
además había descubierto de donde provenían los sueños pues
aquello que estaba fabricando y puliendo no podía ser otra cosa que
una estrella.
Esperó
escondida un rato más para ver que hacía y se sorprendió muchísimo
cuando vio que Víctor levantaba la estrella con mucho cuidado, abría
las pequeñas ventanas del sótano y la dejaba flotar como si fuese
una pompa de jabón que subía hasta el cielo.
La
chica volvió a casa de Víctor dos noches después, estaba intrigada
y tenía muchas preguntas que hacerle. Pero esta vez llamó al timbre
de su casa en cuanto se hizo de noche. Víctor asustado por ser la
primera vez en muchos años que alguien estaba despierto en el pueblo
mientras no había sol, abrió la puerta despacio y en su mente quedó
grabada para siempre la imagen de la muchacha sonriendo bajo el cielo
estrellado más bonito que jamás había visto.
- Vamos, es hora de que veas todo lo que has dejado allí arriba y de que tú también sueñes.
Aquella
noche la pasaron en vela fabricando sus propios sueños bajo las
estrellas, se contaron como les gustaría que fuera el mundo,
inventaron historias y cuentos para arreglar las almas de las
personas tristes y poco a poco se vinieron a enamorar.
Por
la mañana los habitantes del pueblo de Víctor estaban
desconcertados, no recordaban haber soñado nada y una nota escrita
con una extraña tinta plateada se encontraba metida en todos los
buzones de las casas. “Si queréis recuperar vuestros sueños, esta
noche no os vayáis a dormir, id bajo las estrellas acompañados de
alguien especial”
Y
así fue como los habitantes del pueblo de Víctor, desde aquella
noche en adelante salen a ver las estrellas en cuanto anochece y a
hablar sobre como podría ser mejor el mundo. Y sorprendentemente no
necesitan dormir, y sorprendentemente siguen siendo el pueblo más
feliz del mundo.
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