Seguimos con los cuentos :)
El día 12 de Agosto, Miguel y su padre se marcharon de casa después
de comer y de echarse una buena siesta, pues más adelante
necesitarían estar descansados. Cogieron el coche y fueron a la
sierra que quedaba cerca de su ciudad, allí emprendieron una larga
ascensión hasta la montaña más alta de su región.
Mientras Miguel sorprendía a su padre con su resistencia y su falta
de agotamiento, éste le contaba historias y anécdotas que había
vivido en aquella sierra y concretamente subiendo esa montaña en
tantas ocasiones. Y sobre todo sonreía por ver como su hijo de once
años estaba disfrutando como él lo había hecho cuando era más
joven.
En la cumbre cenaron los mejores bocadillos de tortilla de patata que
solo la madre de Miguel era capaz de conseguir y prepararon sus sacos
para dormir al raso en su pequeño techo del mundo.
En pocos minutos el sol se escondió con un perfecto atardecer cómo
sólo se ven desde las cumbres de las montañas y dio paso al
espectáculo nocturno que habían venido a presenciar.
Con la mirada clavada en el cielo negro, padre e hijo veían caer
cada poco tiempo una estrella fugaz que la acompañaba un grito de
sorpresa.
- ¡Ala! ¿Has visto esa Papá? ¡Era enorme!
A veces uno de los dos veía una estrella que el otro por distracción
se perdía y entonces pasaban los siguientes minutos totalmente en
silencio concentrados en las constelaciones que tenían sobre sus
cabezas, por si a alguna le daba por caer a la tierra.
- ¿Sabes? Hace mucho años, alguno más de los que tienes tu, le pedí en esta misma noche en que caen las Perseidas a todas las estrellas fugaces que vi casarme con tu madre y tener un hijo con quien poder venir a esta montaña juntos. Y hoy se ha terminado de cumplir mi deseo.
- ¿Tu crees en esas cosas Papá? Yo he pedido muchísimos deseos y nunca se cumplen.
- ¡Uy! Eso no es verdad. Claro que se cumplen, pero no puedes decir esas cosas por que si no el hada de los deseos se enfada y deja tu petición para la última.
- ¿De qué hablas Papá? Que ya soy mayor para que me cuentes todo eso de las hadas.
Entonces el padre de Miguel le contó el verdadero secreto de las
estrellas fugaces. Le contó que en el cielo hay unos seres mágicos
atrapados, que las personas decidimos llamarlos hadas por que son tan
poderosos y su magia es tan fuerte que son los únicos que pueden
conseguir conceder cualquier deseo, tienen tanto poder que por eso
por las noches brillan y las vemos como si fuesen estrellas. Cuando
consiguen escaparse dan un salto y se lanzan hacia la tierra, es en
ese momento cuando su magia se hace más fuerte y las vemos
centellear en forma de estrella fugaz. En ese momento millones de
hombres en la tierra que se encuentran mirando al cielo le piden al
hada sus deseos. Le piden de todo, algunas cosas muy fáciles de
conseguir y otras que llevan más trabajo y más tiempo. El hada
mientras cae escucha todas y cada una de las súplicas que le hacen
sus espectadores y cuando llega a la tierra sus poderes se hacen un
poco más pequeños. Entonces comienza a vagar por el mundo buscando
a las personas que pidieron deseos y comienza a solucionarlos uno a
uno por riguroso orden en el que se pidieron los deseos. A veces
pueden tardar un año en solucionar el deseo de una persona por que
sea muy complicado o por que el hada no sepa muy bien como
conseguirlo, sin embargo nunca dejan de trabajar. Por eso los deseos
que les pedimos a las estrellas fugaces no se suelen conceder al
momento, si no que tenemos que dejar al hada que pueda concedernos el
deseo.
Miguel se quedó pensativo. A su padre le gustaba mucho contar
cuentos, y aunque el sabía que eran mentira, aquella explicación le
gustaba mucho más y le parecía más bonita que la que le habían
dado en el cole. Así que cuando vio caer la siguiente estrella tuvo
muy claro lo que le iba a pedir al hada. “Por favor hada, que mi
padre nunca deje de contarme cuentos como este”
Su padre en cambio sonrió, le pidió al hada que se saltase su deseo
y cumpliese el que hubiese pedido su hijo, y acto seguido le abrazó
y le dio un beso.