Muchas
calles del centro de Madrid tienen nombres de profesiones y de
oficios medievales. Como la calle Libreros o Esparteros . En estas
calles se agrupaban los trabajadores de un determinado oficio y
solían montar sus talleres y negocios en la misma zona. En la zona
del Rastro se encuentran nombres de varias calles relacionados con el
oficio de curtidor: El Carnero, Cabestreros, o la famosa Ribera de
Curtidores.
Hacia
1599 Felipe II había prohibido la venta ambulante en Madrid, de
buhoneros y barateros que se dedicaban a vender ropa usada y objetos
antiguos. La razón fue que iban normalmente a colocarse en la Plaza
mayor o en la Puerta del Sol. Parece ser que a nuestros gobernantes
desde siempre les ha sentado mal que cualquiera se asiente por allí.
Además la población de Madrid por aquellos entonces crecía
exponencialmente y los espacios se quedaban pequeños.
Unos
doscientos años más tarde, volviendo al barrio de Lavapiés, donde
trabajaban los curtidores, las pequeñas industrias de cuero fueron
atrayendo a otros curtidores, sastres, zapateros, pastores, que
podían conseguir objetos que les eran necesarios. Y en los
alrededores también existía una fábrica de salitre y otra de
tabaco, a demás del Mercado de la Cebada que posteriormente se
construiría en el mismo barrio, que sería el mercado cerrado de
mayor volumen de la ciudad. Vamos que teniendo en cuenta que la venta
ambulante estaba prohibida, el barrio se había convertido poco a
poco en ese lugar en el que sabías que podías encontrar con toda
seguridad tal o cual objeto pues allí se frecuentaba su venta, y
con suerte a precio de ganga.
Como
era lógico alrededor de los talleres de cuero, había mataderos de
animales, sin embargo el más grande e importante se encontraba cerca
del río Manzanares, más concretamente en lo que hoy es Legazpi.
Desde allí arrastraban las reses muertas hasta la calle Ribera de
curtidores, que por si no lo habéis caminado nunca es cuesta arriba,
dejando por el camino un reguero de sangre.
Por
tanto era frecuente escuchar a pastores que no vivían en Madrid o a
algún comprador de objetos de sastrería o de trabajo del cuero en
busca de alguna preguntar por un lugar donde comprar y escuchar la
respuesta que le dio nombre al mercadillo más famoso de Madrid. “Si,
si, siga el Rastro”
1 comentario:
Genial!!!!, me ha encantado...
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