Ahora solo faltaban cuatro días para llegar de nuevo a la misma aldea. Estaba excitado y al mismo tiempo inseguro: tal vez la muchacha ya le hubiese olvidado. Por allí pasaban muchos pastores para vender lana.
-No importa -dijo el muchacho a sus ovejas-. Yo también conozco a otras jóvenes en otras ciudades.
Pero en el fondo de su corazón sabía que si le importaba y que tanto los pastores como los marineros o los viajantes siempre conocían una ciudad en la que había alguien que podía hacerles olvidar la alegría de viajar libres por el mundo.
Paulo Cohelo: El Alquimista
3 comentarios:
genial!
brillante!
=)
(*)
Quizás sea una señal...
-->Javi
jajajjajja
es genial,
como le gusta a javi lo de las señales eh?
;)
muakkkkkkkkkk
os kiero
Elena.
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