En dos días vuelvo a casa por navidad cual turrón. Con los años la vivencia de la navidad va cambiando muchísimo. De pequeño me encantaba, y a medida que fui creciendo y que las navidades comenzaron a convertirse en epocas forzadas de vernos todos y acabar tirándonos los trastos a la cabeza durante las cenas familiares fui aborreciéndola cada vez más. Ahora, que vivo a 500 km de casa me apasiona poder estar un mes tranquilo y aprovechar para ver a todo el mundo, a mi familia y a todos mis amigos que también tienen que estar en Madrid porque tambien tienen familias y navidades que celebrar.
También ocurre algo parecido con tu ciudad natal. Es la favorita cuando eres pequeño y el mejor lugar del mundo para vivir. Poco a poco la vas aborreciendo a medida que te haces mayor y sufres sus atascos, su decadencia y el millón de cosas horribles que puede llegar a tener una ciudad como Madrid. Pero cuando te vas fuera... son detalles, no es visitar el museo del Prado o tener cualquier tienda a menos de 20 minutos de casa. Es la nieve en invierno, saber que a cualquier hora del día puedes encontrar conversación por la calle, o sorprenderte de que el Rey Lagarto siga abierto en Malasaña después de tantos años sin pisar aquellos bares.
A veces te ves mostrando a alguien de fuera tu ciudad y acabas viviendo cosas que de otra manera no hubiesen ocurrido. Porque sinceramente, ¿volveríais a dedicar una tarde de vuestro preciado tiempo en ir a ver atardecer al Templo de Debod?
Y así, calle tras calle, monumento tras monumento y entre explicación y explicación sobre este o aquel lugar mi cabeza se despertó y fue analizando y saboreando detalles. Algunos devolviendome ese amor patrio por mi ciudad y sus pequeños recobecos e historias, otros detalles mostrándome que de nuevo había elegido mal momento para intentar abrir un fruto con una cascara demasiado dura, o que puede que quizá no sea para mí.
Igualmente, son demasiadas cicatrices ya como para saber que va a ser inevitable derramar alguna lágrima, y demasiadas cicatrices como para saber que hay que leerlas para no caer de nuevo en los mismos errores y poder continuar hacia delante. Sea como sea, retomo este poema, que me han dicho que es un poco cursi, pero que a mi me encanta, porque Madrid, nuevo Madrid que ahora tienes otro color, tengo más ganas que nunca de verte.